Oh, Nadia.

Se encontraba en el salón, frenético. Se midió un par de veces la temperatura y la tenía perfecta, sin embargo se encontraba delirante y agotado. En el sofá comenzó a desvariar, imaginándola a ella, a sus curvas perfectas y a sus ojos fulgentes en las manos de otro hombre. Un hilo de bilis subió lentamente desde su estómago hasta su garganta. Se inclinó, quería vomitar, pensó que le aliviaría, pero no fue capaz. Oh Nadia, oh Nadia... repitió con tantas ganas de que nombrándola apareciese que se sirvió de una foto suya. La tomó con anhelo y la miró con ojos lacrimosos y suplicantes. No sabía cuánto tardaría en volver, pero la deseaba más que nunca. Miró hacia el techo y puso los ojos en blanco. Febril, hundió la mano en sus pantalones y la movió frenéticamente. Oh Nadia, oh Nadia, repitió para sus adentros.
Antes de llegar al éxtasis, un éxtasis que aúnaba dolor y placer, desvió sus ojos hacia la ventana. Y allí la vió, con los ojos como platos y un mueca de horror que desfiguraba su rostro.

3 comentarios:

  1. Delirante. Me encanta =)

    Un muá(h) y un sugu de menta!

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  2. Oh, Nadia. ¡Me ha encantado!
    ¡Un beso!

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  3. Mario.. :)Me gustó el final, ¿qué pasó con ella?

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